viernes, mayo 15

¿Alguna vez prestó atención a esa puerta? Yo la asocio con una historia muy curiosa. Se le ocurrió empezar a leer una de las tantas novelas que escribió su sobrina, una que rescato entre todas sus obras, que hablan básicamente del terror. Al principio no terminó de convencerlo, buscó sinónimos a toda la maldad que reflejaban esas palabras, pero ninguno lograba encajar. Nadie nunca supo la razón por la cual ella escribía con tanta crueldad, y esta obra es algo maravilloso que hasta podría negar que fue creada por su sobrina.
Era sobre una bella y fina mujer, que sola vivía y que en sus fantasías no existía persona alguna. Soñaba con recorrer el mundo y conocer a ese alguien especial que cambiara su vida. Merodeaba por un rosedal inmenso cada día, la gente la observaba cada segundo de su pasar. Pero ella seguía en su mundo. Nadie nunca supo su nombre, sólo sabían que vivía en una casita alejada del pueblo y que únicamente salía de allí cuando sonaban las campanas de la iglesia indicando las cuatro en punto, la hora de la caminata.
Estaba de regreso a su casa, cuando encontró a un joven muchacho, apuesto, que estaba aguardando a pocos pasos de la puerta. Ella sin sospechas le preguntó qué hacía allí, el respondió que estaba esperándola. Cordialmente lo invitó a tomar el té, claro que el chico no tardó en aceptar. Concluyeron las dos horas de charla y él pidió verla más seguido, ella acepto y lo acompañó hacia la salida. Una inmensa puerta los separaba, y el adiós fue terrible.
Fue a visitarla cada día, a la misma hora, y así fueron compenetrándose y enamorándose uno del otro, entre sí. Un día de tormenta, el joven no apareció en la pequeña casa del otro lado del rosedal. Pasaban las cuatro, las cinco, se acercaban las seis y el no aparecía. Ella comenzó a pensar acerca de qué había hecho mal, cuál había sido su error para causar este final. Corrió entre los frescos árboles en busca de su amado, preguntó si alguien lo había visto pasar, si alguien sabía algo del joven. Todos negaron en absoluto, con preocupación en sus rostros.
Llegar al final del pueblo, hasta dónde termina la última cabaña, y no encontrarlo, fue una desilusión. Pero al mirar que ya no quedaba nada, que se encontraba sola y perdida, un escalofrío recorrió todo su cuerpo y una brisa acarició sus tobillos. Había alguien detrás de ella, alguien aguardando el momento para atacarla. Pero no todo es lo que parece y un brazo la envolvió de tal forma que quedó pegada a su perseguidor. Era él, el hombre por el cual tanto había sufrido todas esas horas, esas intensas horas. Sin darse cuenta se encontraba sola, de nuevo perdida en su cabeza, en el ir y venir de las cosas, perdida en sí misma. Se dejó llevar por el viento, que la mantuvo cautivada por varios segundos, hasta la puerta de una casona muy interesante, observó por la ventana y tocó la puerta, volvió a tocar. Sus golpes cada vez eran más fuertes y nadie respondía. Ingresó lentamente en la casa, recorrió dos o tres cuartos.
Finalmente encontró a un señor leyendo una novela con la extraña expresión de asombro y miedo a la vez, buscando una respuesta a la aparición de la protagonista del libro, una bella mujer, y la puerta de entrada derribada a golpes.

No hay comentarios: